domingo, 9 de marzo de 2025

Maratón Atom Isasa trail extrem

 Sábado lluvioso. La borrasca Jana sigue haciendo de las suyas. Siempre muy pendientes del tiempo partimos Susana y yo para Arnedo. La ciudad del calzado.

  Ya salimos lloviendo, y así va a estar todo el viaje. Aún así, no fué del todo mal y a eso de la una del medio día, estamos aparcando al lado del hotel.




  Dejamos las cosas en la habitación y nos vamos a por el dorsal. Susana va a disputar la media maratón y yo voy a por el maratón. El año pasado hicieron su primera edición y tuvo muy buenas críticas. Por eso este año ha llegado hasta los 1500 inscritos.


  En el sitio indicado, recogemos el dorsal y bolsa del corredor. Allí hablo con Cristina. Una responsable súper simpática y amable con la que da gusto hablar. La cometo que soy al que le tocó el dorsal y las zapatillas en el sorteo. Como ya estaba inscrito, me dejan la inscripción para el año que viene. Ya tengo excusa para volver, je je je. Y las zapas que no me han llegado a casa, me dice que vaya a la carpa de Atom (marca española que está haciendo y teniendo buenas sensaciones en las zapatillas), para recogerlas.

  Todo son facilidades. Así da gusto. Por cosas como estas son por las que la gente habla maravillas de esta carrera. 


  Así, me despido de ella y voy a ver a Antonio, responsable de Atom. "Elige la que quieras", me dice. Le pido consejo y al final me decanto por las Terra Max. Zapatillas Para largas distancias. Me llevé unas muy buebuenas sensaciones al probarlas. Ahora toca sacarlas el jugo y ver que tal van. 

  Me hago una fotillo para los responsables del sorteo. Atom, Isasa trail extrem y Runnun.  Muchas gracias por ponerlo todo tan fácil. Con todo recogido nos vamos a descansar un poco al hotel. 

  Ya por la tarde y bajo una fina lluvia, nos vamos a la tienda de Mas X  Menos donde tenemos unos descuentos increíbles los corredores. Nos gusta todo. Es una locura lo que tiene allí. 

  Después de recrear la vista un rato nos volvemos al hotel bajo una chupa de agua que nos hace llegar calados. Pero bueno, cambio de ropa y a cenar algo que ya se va haciendo tarde. 

  Después de llenar el buche, toca preparar la ropa y mochila para mañana. Según la previsión, por la mañana, hasta las 14:00 más o menos va a estar casi despejado. Luego comenzará a llover. Eso me mete un poco de presión. "Si no me quiero mojar, tengo que hacer 6 horas como máximo en el maratón".  Veremos a ver como se da. 

   Pi pi pi pi. La alarma no falla. Esa no se duerme. A las 6:15 suena sin compasión. Nos vestimos y a las 6:30 estamos en el comedor desayunando. Tostadas, café, zumo y algún dulce es el menú de hoy. 

  Con la energía suficiente para afrontar el reto, me pongo de corto. Yo salgo a las 8:00 y Susana a las 9:00, así que de momento el que se prepara soy yo. 

  Estamos a escasos 400 metros de la zona de la salida, por lo que vamos dando un paseito y vamos cercionandonos de la buena mañana que nos va a hacer. 



  Menudo ambientado hay en la plaza. Creo que va a ser una gran jornada de trail. Unas fotillos y derechos a pasar el control de material. Sin problemas me meto en el cajón de salida. Me despido de Susana que se va a coger sitio para ver la salida. "Mucha suerte también para ti Mon Amur. Que tengas una buena carrera". 



  Hace un a temperatura ideal para correr. Menuda suerte vamos a tener, después de los días de lluvia intensa que llevamos y que ha hecho suspender varias carreras por el país. 

  La cuenta atrás a comenzado. A la hora indicada se da la salida. Comenzamos a dar las primeras zancadas. Me despido de Susana que está subida en un murete para grabar esta multitudinaria salida. 

  42 kilómetros por delante, donde espero disfrutar y sufrir a partes iguales. Vamos a conocer una zona donde nunca he corrido. Vamos a intentar conquistar el pico Isasa. 

   Salimos de Arnedo por un parque algo embarrado que nos da acceso a una veredita muy chula pegada al río Cidacos. Sube y baja, giros y barro para un comienzo donde hay bastante tráfico y vamos todos de a uno. 

  Cruzamos un puente de madera al otro lado del río y pasamos junto al monasterio Nuestra Señora de Vico.  A partir de aquí toca subir. Primero por un tramito de asfalto y luego ya por camino ascendente para dirigirnos hacia la sierra. 

  Aquí coincido con otro Toledano. El Talaverano Víctor, que repite este maratón. Con él voy haciendo estos primeros kilómetros.



  A medida que ascendemos, ya cada uno va cogiendo su ritmo y nos comenzamos a distanciar el uno del otro. Aún así, vamos todos muy pegados por que la vereda es muy estrecha y ha que ir de a uno. 

  Cuanto más nos acercamos a la sierra, más empinada se vuelve la cosa. La temperatura es muy buena y a diez minutos de la salida de la media maratón, mando un audio a Susana para desearla suerte y aconsejarla que se quite la camiseta térmica, que le va a sobrar. 

  Llegamos al km 8 donde tenemos el primer avituallamiento. Aquí solo cojo un poco de naranja y unas gominolas, por que voy todavía bastante lleno de agua. 

  A partir de aquí, comienza la primera subida dura. Un tramo que nos pone los gemelos a tope y donde en el último tramo guardo los bastones para poder usar las manos para subir. 


  Después de este tramito donde las manos han sido fundamentales para llegar arriba, cerca de la peña Isasa, comenzamos la bajada. Estamos en el km 10. Ahora tenemos unos cuatro de bajada. 

  Primero tenemos un tramo donde predomina el barro que te hace ir muy cauteloso. Hay bastante piedra que te ayuda algo a frenar en la bajada, pero donde hay que tener la precaución de no pisarla que te vas al suelo. 

Luego vereda estrecha donde vemos y sufrimos resbalones y algún que otro culetazo. Las zapas agarran bien, pero hay zonas donde el taco ya no hace casi su función. Pero bueno, tirando de cuádripces, llegamos al siguiente avituallamiento. Km 14.

  Aquí si, relleno bidones y como el mismo menú que en el anterior. Naranja, gominolas y a seguir el camino marcado. 

   Camino bueno que llevaremos hasta el km 18 más o menos.  Este camino siempre va picando para arriba, pero donde la mayoría vamos haciendo CaCo.  Y así hasta el 18 donde tenemos un punto de agua. 


 Ahora sí, a tirar de bastones. Tramo de cetas no muy exigentes, pero que te va poniendo las patas muy duras.  

  Bastante gente seguimos junta y eso hace que no te sientas solo, dándonos ánimos y hablando de carreras. 

   Último tramo para coronar, ahora si, la peña Isasa. Casi casi arriba y a escasos 30 metros de la cima, tenemos la carpa y los voluntarios con el café. A mí, ahora mismo no me apetece, y encaro las rocas. Un voluntario que me sacó una carcajada hizo un pareado que le quedó muy chulo. "sube a Isasa, toma un café y vete a casa". Ja ja ja, que bueno. 

Usando nuevamente las manos llego arriba y veo la bota blanca que preside la cima. Estamos en km 20. Mucha animación en el alto de Isasa. Muy buena iniciativa de la organización que sorteaba cuatro vales de 100 euros entre los que subieran a animar allí. Además, se lo ponían fácil, acercándolos a la cima en autobús. Así teníamos esa animación tan grande. Olé, por esa idea. 

  Sin darte tregua, nos lanzamos para abajo. Cogemos un camino pedregoso donde en una curva hay un voluntario animando con la bandera de la Rioja. No dudo en saludarle y pedirle que me haga una foto con ella. La Rioja me está sorprendiendo muy gratamente. 


  Venga, Continuamos por el camino hasta que nos metemos por un pinar. Una veredita, al principio bastante embarrada, pero que luego se convierte en un patio de recreo. Que chulada de vereda. Súper corríble. Con giros y eses que a veces te daba la sensación de mareo, jejejeje.  

  Aquí me pongo delante de una chica que estaba sacando unas sales. Ahora voy detrás de un chico y por detrás viene esta chica. Así iremos bajando los tres solos, disfrutando del terreno tan especial que nos ha dejado la lluvia. 

  Ya en el km 26, salimos del bosque y cogemos un tramito de pista hasta llegar al avituallamiento. 

  Aquí, la carpa se les ha volado y la tienen la revés, con las patas para arriba. Cuando llego a él, hay así como 10 voluntarios ofreciéndonos la bebida y les digo :" que guay, que manera de montar la carpa más chula tenéis". Unas carcajadas sonaron en el avituallamiento. Ja ja ja. 

    Venga, continuamos el camino, dándole las gracias a todos por los ánimos y por estar allí pendientes de nosotros. 

  Un camino bastante embarrado, donde hay zonas muy resbaladizas, que te hacen ir con mucho cuidado, nos dejará en la parte baja. 

  Nos hemos estado librando de los charcos durante todo el recorrido, pero llegó el momento de meterse, sí o sí. No hay escapatoria, así que lo mejor es no pensarlo. Un voluntario nos anima desde el otro lado. Aprovecho para sacar el móvil y al llegar a él, se le doy para que me saque una foto. 


  Creía que iba a estar más fría, pero la verdad que está para darse un bañito, ja jaja. La verdad que el día nos está dando una tregua, para disfrutar de la carrera con una temperatura casi privameral.

  Volvemos a coger un tramito de senda con zonas bastante embarradas, que yendo con un poco de cuidado, se va disfrutando de lo lindo. 

   Terminamos la poca bajada que queda por un camino que nos lleva a pasar por debajo de la carretera L-123.

  Llegamos al avituallamiento y reponemos líquidos. De nuevo tomo naranja, gominolas y un poco de Coca-Cola que me viene genial. Estamos en el km 30. 

  Pues nada, cortafuegos al canto. Algo más de tres kilómetros de continúa subida por este cortafuegos con repechos bastante exigentes y duros. También tiene algunos descansos donde se puede correr y soltar un poco las piernas. 

  Aquí llamo a Susana que me dice que terminó la carrera con muy buenas sensaciones. Le ha encantado. Luego me contará su experiencia con todo lujo de detalles. Dentro de un "rato" nos vemos, jejejeje. Enhorabuena Mon Amur. 

  Seguimos ascendiendo por este cortafuegos tan marcado. Voy junto con otro Castellano Manchego de Albacete. Mientras nos va dejando el aliento, hablamos de carreras de la zona centro y que también nos encantan. 

  Aprovecho para tomarme sales y una glucosa. Las piernas van cargaditas y según el perfil, los últimos ocho son bajada y hay que estar con los depósitos llenos para poder alargar la zancada y no te den tirones. 

  Casi arriba, tenemos otro punto de agua donde relleno los bidones que me darán para llegar a meta. 

  Pues nada, comenzamos la bajada. Al principio con mucha piedra donde la gente va con mucho cuidado. Yo llevo bastante bien las piernas y voy disfrutando muchísimo, por que además, este terreno me encanta. 

   A medida que descendemos, se va pudiendo correr mejor. Compartimos algún tramito corto con el recorrido que hicimos de subida. 

  Y ya en el km 39 largo, bordeamos la ermita de Santa Maria de Vico. Aquí cruzamos el puente del principio y enganchamos el camino que hicimos de primeras que va pegado al río Cidacos.

  Un fotógrafo nos saca lo mejor de nosotros y nos regala unas imágenes increíbles. 



  Ahora sí, dejo un audio a Susana para decirla que me quedan dos kilómetros. Guardo el móvil, por que veo que me voy a ir al suelo. Ya han pasado muchos corredores por aquí, tanto de ida como de vuelta y está todo muy resbaladizo. 

  Pero hay que reconocer que la zona es chulísima. Las patas ya van quejándose un poco, pero hay que aguantar un poquito más. 

  Salgo del caminito y ya por el camino asfaltado, cojo ritmo crucero. Me da todavía para adelantar a algún corredor al que animo al pasarle. 



  Cruzamos el parque y ahora sí, piso las calles de Arnedo. No me queda ni para regalar. 

  Se oye al speaker de fondo. Bajo los aplausos y gritos de la gente, entro en la plaza. Piso la alfombra naranja que me llevará hasta le meta. 

  Allí está Susana inmortalizando el momento. También hay varios fotógrafos haciendo su labor en el día de hoy. 



 Y....... Paso por meta en 6:11'. Me he librado de la lluvia que en teoría, como dije cantantes, según mi aplicación del tiempo, iba a comenzar a caer sobre las 14:00.

  Me voy al reencuentro con Susana y nos damos la recompensa mutua. Ese besazo que es el remate de la carrera terminada y disfrutada. 

   Mi maratón número 169 ha caído. Otra muesca para el marfil. 


  Ya los dos en meta, solo queda morder la medalla juntos. 


  Solo puedo decir una cosa. ¡Menudo carrerón!. ¡Menuda organización!. ¡Menuda mañana de trail nos han preparado!. 

  Otra carrera que pasa a estar entre las que hay que repetir año tras año. Nos hemos sentido cuidados y mimamos en todo momento por todos y cada uno de los organizadores, voluntarios, protección Civil y de todos los que están  disfrutando de la carrera desde dentro o desde la barrera. Nos vamos para Toledo con una alegría inmensa de haber podido estar aquí este año. Mil gracias a todos. 

  Pero antes de iniciar el viaje de regreso, después de una buena ducha, claro está, hay que degustar los manjares de la zona que nos han preparado. 

  Ajos asados, fardalejos (dulce típico de Arnedo), bocadillos, migas, pan con chorizo, galletas, gominolas y como no, cerveza, Coca-Cola, isotónico y alguna cosa más que se me olvida. 

   Nos vamos que va a empezar a llover en breve. Prometemos volver el año que viene con un poco más de tiempo y poder disfrutar de las cuevas, si el tiempo nos lo permite, claro está. 

  Hasta el año que viene Arnedo 

 Nos vemos en la próxima Atom Isasa trail extrem 

  Capi 

  

sábado, 1 de marzo de 2025

Reportaje kristallmaraton

 

Una maratón a 500 metros de profundidad en la mina donde Hitler ocultó el oro y las obras de arte robadas

Los corredores completaron trece veces un circuito de 3.25 kilómetros bajo tierra.

En Alemania se celebró un maratón a 500 metros de profundidad./Cedida
En Alemania se celebró un maratón a 500 metros de profundidad. Cedida
Íñigo Corral

Íñigo Corral

Krayenberggemeinde es un municipio alemán de alrededor de 5.000 habitantes situado en Turungia, una región que después de la II Guerra Mundial formó parte de la República Democrática de Alemania. Desde hace 17 años, muy cerca de allí, se celebra en pleno invierno el Kristallmarathon (maratón de cristal). En esta última edición, la temperatura en la zona era de cinco grados bajo cero. Eso no iba a suponer un contratiempo para cualquier maratoniano que se precie. Un par de guantes, una camiseta térmica y a los dos kilómetros de la salida, la temperatura corporal ya está adaptada a la climatología. Pero la carrera no era urbana. Discurría por las entrañas de una mina de sal situada a 500 metros de profundidad, y que aún sigue en activo, donde el corredor descubre un circuito de 3.25 kilómetros que tiene que completar trece veces para sumar 42.195 metros.

A lo mejor, más de uno hubiera rechazado como regalo de cumpleaños los 90 euros que costaba la inscripción de la carrera, más el dinero por los gastos del viaje ante un plan tan poco atrayente como correr una maratón bajo tierra atravesando las galerías en una mina con un intenso olor parecido a cuando se enciende una cerilla. En Toledo había alguien dispuesto a aceptarlo con sumo gusto. Era Alberto Teijeiro, al que en el mundo runner todos conocen como Capi. El pasado 17 de diciembre había cumplido 52 años y su pareja, Susana, no sabía muy bien qué regalarle. Es más, llevaba varios días dándole vueltas al tema. Por esas cosas de la vida, a finales de año, el móvil de Capi le alertó de la recepción de un whatsapp de alguien que conocía hace tiempo. Era de un buen amigo que le pedía que le acompañara en su loca aventura. "Se lo comenté a mi pareja y le pareció guay", afirma. La organización del viaje fue coser y cantar. En menos de una hora ya había conseguido el dorsal, la reserva de hotel y los billetes de avión.

El sábado 15 de febrero Capi salió de su casa sobre las 10:00 horas. Se despidió de Susana de forma cariñosa y a continuación se montó en el autobús rumbo a Madrid. Iba con tiempo suficiente para ahorrarse el dinero de un taxi, así que, al llegar a la capital, cogió el metro que le iba a llevar al aeropuerto Adolfo Suárez. El vuelo a Frankfurt salió puntual, poco después de las tres de tarde. Dos horas después, ya pisaba suelo alemán. Lo primero que hizo al salir del avión fue alquilar un coche. Había prisa por llegar hasta Hünfeld, una localidad situada a hora y media del aeropuerto, donde tenía reservado su hotel. Una vez allí, antes de picar algo ligero y de meterse en la cama, puso el despertador a las seis de la mañana para asegurarse de que iba a llegar a tiempo a la mina. El cansancio de tantas horas de viaje no era nada comparado con lo que le esperaba al día siguiente.

Capi, tras el maratón. Cedida
Capi, tras el maratón. Cedida

A primera hora del domingo, después de otros 40 minutos en coche, llegó hasta las inmediaciones de la famosa mina. Durante la II Guerra Mundial los nazis aprovecharon para ocultar en su interior el oro y el dinero procedente de los bancos centrales de los países invadidos y las obras de arte que habían robado por todo Europa. El 3 de febrero de 1945, el presidente del Reichsbank y ministro de Economía, Walther Funk, alertó a Hitler del peligro que corría el edificio por los constantes bombardeos de los aliados. Ambos quedaron en llevar todos esos tesoros a un lugar más seguro. El sitio elegido fue la antigua mina de Kaiseroda. Su sólida construcción garantizaba que las bombas que lanzaban la Royal Air Force (RAF) no dañaran todo lo expoliado. Solo 48 horas después de que el 4 de abril de 1945 la 90 División de Infantería del Ejército de Estados Unidos tomara Merkers, un oficial tuvo conocimiento de la existencia de la mina. En su interior descubrieron más de 40 kilómetros de galerías. Solo en la entrada principal ya había un ingente número de bolsas con grandes sumas de dinero en reichsmarks (la moneda que al término de la contienda fue sustituida por el marco) y francos franceses. El oro estaba en el interior de una bóveda. En total, unas 250 toneladas a las que hay que sumar otras 400 en obras de artes.

A Capi no le dio tiempo a pensar en todas aquellas historias de nazis y tesoros. En esos momentos solo podía centrarse en lo que le iba a deparar el interior de la mina. Estaba un tanto nervioso, una sensación algo extraña en alguien que ya llevaba 167 maratones en sus piernas. Se tranquilizó cuando poco antes de las 9:00 horas le entregaron su dorsal en una sala del complejo minero. Iba a llevar el 235, que inmediatamente después se colgó con imperdibles a la camiseta blanca que llevaba para la ocasión con la leyenda: "Toledo, Ciudad Europea del Deporte 2025". De esa primera sala, después de bajar unas escaleras, llegó a las puertas de un ascensor "que iba a toda pastilla". En concreto, a una velocidad de ocho metros por segundo. Es decir, tardó alrededor de un minuto en descender 500 metros. El ascensor tenía tres cabinas y de cada una de ellas salía una pasarela que terminaba en una puerta blanca que daba acceso a una nueva sala. "Era tipo de esas compuertas que hay en los submarinos", añade. Al cerrar la puerta, como dice Capi, "sentimos que nos habíamos quedado encapsulados".

Diez minutos de espera, y la enorme puerta blanca se le abrió de par en par. Por fin veía las entrañas de la mina y parte del entramado de las galerías. La organización, entonces, dividió a los cerca de mil atletas en varios grupos que eran trasladados al búnker a bordo de camiones descapotables, los mismos que se utilizan para transportar la sal al exterior de la mina, donde estaba situada la salida y la meta. No todos iban a hacer los 42.195 metros. 700 participantes habían optado por la media maratón. Fue un viaje de unos quince minutos a través de galerías que superaban por poco los dos metros de altura. Al llegar al búnker se topó de bruces con otra enorme sala donde a veces se celebran conciertos. "Hasta donde yo sé, allí solo estábamos dos españoles porque no oí a nadie más hablar en castellano", espeta. La organización, repleta de jóvenes voluntarios, siempre estaba pendiente de cualquier cosa que necesitaran los atletas. "Es que te puedes perder y no te encuentran", dice riéndose.

Parte del recorrido. Cedida
Parte del recorrido. Cedida

Solo le quedaba calentar un poco las piernas antes de correr por el interior de una mina cuya existencia había conocido hace tan solo dos meses. A las diez en punto se dio la salida a la prueba. Parece difícil de creer, pero las galerías estaban repletas de gente animando con palmas, carracas, y hasta con luces y música de discoteca. Ante sí tenía el reto de afrontar una prueba muy exigente con un desnivel de casi 700 metros "que es como hacer una carrera de montaña en el interior de una montaña". La organización solo puso un par de exigencias a los participantes: llevar un frontal para tener más visibilidad durante el recorrido y un casco. "Nos aconsejaron que lleváramos uno de bicicleta porque tenía mucha más ventilación que uno de obra", recuerda Capi.

Las galerías tenían parte de suelo asfaltado, otra de tierra y un tramo, "que resulta algo resbaladizo", que es de sal potásica compacta que se prensa hasta convertirse en cristal. A los corredores no les pareció un recorrido asfixiante ni claustrofóbico gracias a los seis metros de anchura y a la altura de las galerías. Al poco de salir Capi notó algo de polvillo cada vez que respiraba, nada raro dentro de una mina. La falta de ventilación era evidente, aunque en algunas zonas, "y no me preguntes por qué", sí que se notaba que corría aire. Dentro de la mina no hacía tanto frío como en el exterior. De hecho, la prueba se disputó con una temperatura de 19 grados centígrados. "Al final, con tanto calor, la gente se empezó a deshidratar y eso les provocó que tuvieran calambres en sus piernas". A Capi también le ocurrió a pesar de que se avitualló bien en los dos puntos que había a lo largo de circuito a base agua, bebidas refrescantes y algún que otro plátano.

El ritmo de carrera le hacía rondar los 18 minutos durante las seis primeras vueltas, esto es, marchaba a más de 10 e incluso 11 km/hora. "Había muchos repechos cortos y exigentes, pero, a diferencia de correr en montaña, allí las piernas se me iban cargando y tenía los cuádriceps machacados". Podía ver sus tiempos a cada paso por línea de meta en una pantalla gigante donde aparecía su nombre, país de origen, posición en carrera y las vueltas que llevaba. Apenas había un metro seguido de terreno plano. Todo eran subidas y bajadas "bastante caprichosas que supongo se hicieron en función de dónde iban hallando las vetas de sal". En la séptima vuelta ya se fue a los 19 minutos, y a partir de la octava empezó a disminuir su ritmo hasta completar los últimos 3,5 kilómetros en casi 23 minutos. Su tiempo en línea de meta fue 4:14:59, lo que le supuso la sexta plaza para corredores de más de 50 años, y la 49º de un total de 300 participantes. "Me fui de tiempo más de lo que tenía planeado", reconoce. Y es que Capi suele acabar una maratón en 3:15:00 "siempre dependiendo un poco de cómo sea el recorrido".

El toledano lleva años haciendo carreras largas por asfalto, por montaña y "ultras", o sea, competiciones con recorridos de más de cien kilómetros. Es obvio que disfruta corriendo, aunque a veces mezcla su hobby con alguna causa solidaria. Hubo un momento especial en su vida cuando a su hermana María Teresa le diagnosticaron un cáncer de mama. Su manera de apoyarla fue planteándose un reto. Por cada una de las 17 sesiones de quimioterapia que le iban a dar los viernes, ese fin de semana iba a participar en una maratón. Daba igual dónde. ¿Y qué tal está María Teresa ahora? "Gracias a Dios muy bien. No sé si eso ayudó, lo único que puedo decir es que ahora está ella perfectamente y olvidándose un poco de todo aquello si bien cada cierto tiempo tiene que ir a hacerse revisiones".

Al cruzar la meta lo primero que le vino a la cabeza fue: "mi 168 [maratón] ha caído". Luego vinieron las felicitaciones que se dieron entre todos los atletas que se habían pegado semejante palizón y las fotos para recordar la hazaña. Tocaba ya salir al exterior para ver de nuevo la luz del día. Después de que la organización tachara su nombre de una lista de participantes para certificar que había terminado la maratón, emprendió el mismo recorrido que hizo para acceder al interior de la mina, solo que a la inversa. Caminó hasta los camiones por las galerías muy pegado a la pared porque todavía había muchos participantes corriendo para después atravesar la sala que se abría y cerraba mediante compuertas. Tras el paseo en camión, solo le quedaba volver a montarse en el supersónico ascensor. Ya en el exterior tomó un par de bocanadas de aire fresco antes de llamar a Susana para agradecerle de nuevo el regalo y comentarle que todo había ido bien. La conversación no fue muy larga. Solo tenía dos horas para llegar al aeropuerto de Frankfurt. Si no lo conseguía, esa noche no iba a dormir en Toledo.